Estimados lectores, comparto con vosotros el Manifiesto generado en las IX Jornadas SECPAL, fruto del gran trabajo que se está realizando desde el Área de Espiritualidad de esta Sociedad y del compromiso de aquellos que deseamos un acercamiento más humanizado, más compasivo y veraz con nuestros pacientes y sus familiares, así como con nosotros mismos. Dice así:
Entendiendo la espiritualidad como nuestra naturaleza esencial, que nos conforma como seres humanos y de la que surge nuestro anhelo inagotable de plenitud, que aspira a dotar nuestra vida de sentido, coherencia, armonía y trascendencia.
Entendiendo la espiritualidad como nuestra naturaleza esencial, que nos conforma como seres humanos y de la que surge nuestro anhelo inagotable de plenitud, que aspira a dotar nuestra vida de sentido, coherencia, armonía y trascendencia.
CREEMOS
1.- El ser humano, en su dignidad intrínseca y en su riqueza y complejidad. Un ser cuya naturaleza biológica, psíquica, social, moral y espiritual, le convierten en un regalo de la vida y para la vida.
2.- Que la experiencia de sufrimiento es claramente universal y que puede intensificarse en las fronteras del final de la vida. Su existencia se convierte para los profesionales en un desafío técnico y en un imperativo moral, que exige no mirar para otro lado.
3.- Que la espiritualidad es también otro universal humano y que negar en la práctica nuestra naturaleza espiritual para el trabajo clínico, se convierte en un claro factor de deshumanización.
4.- Que las distintas tradiciones espirituales ofrecen un vademecum de excepción todavía infrautilizado. En todas ellas, compatible con su rica diversidad, aflora una manera de estar -presencia-, de acoger al otro -hospitalidad- y de acción comprometida para aliviar su sufrimiento -compasión-.
5.- En la capacidad del ser humano de afrontar la experiencia de muerte, no sin dificultades, pudiendo abordarla desde la negación, la resignación o la rabia, pero también desde la aceptación confiada que conduce a un nuevo espacio de conciencia trascendida de la realidad.
CONSIDERAMOS
6.- Que una concepción integral e integradora de la persona que reconoce su dignidad, fundamenta nuestra práctica desde sus inicios. No contemplar en nuestros pacientes sus recursos y necesidades espirituales supone también traicionar los fundamentos y la metodología de trabajo de los Cuidados Paliativos.
7.- Que la atención a los recursos y necesidades espirituales no es patrimonio de los Cuidados Paliativos, aunque debería ser especialmente cuidada en aquellos ámbitos en los que la experiencia de sufrimiento es muy significativa y en todos los escenarios de fragilidad, dependencia, cronicidad, pérdidas o la posible y cercana experiencia de la muerte.
8.- Que la experiencia del morir es única e idiosincrática en cada ser humano. No obstante, las tradiciones espirituales, la experiencia clínica y -hoy cada día más- la investigación, nos aportan mapas que facilitan conocer y atravesar el territorio, itinerarios posibles y comunes que el paciente pueda elegir y por los que nos pida, desde el más profundo respeto, ser acompañado.
9.- Que como la buena voluntad no es suficiente, los profesionales tenemos el apasionante reto de vincular ciencia y espiritualidad, rigor metodológico y creatividad, meta-análisis e inspiración a fin de ir generando estrategias y herramientas de evaluación y de acompañamiento válidas, fiables y de utilidad clínica.
10.- Que la herramienta por excelencia para la buena praxis es la propia persona del profesional y su competencia, compasión y compromiso para acoger la realidad del otro -bañada en desesperación o en esperanza. El calibrado de esta herramienta y su capacidad de mantener su ecuanimidad en el entorno del sufrimiento exige un compromiso con el autocuidado en su personal dimensión espiritual.
APOSTAMOS
11.- Por una comprensión de la espiritualidad en clave relacional, lo que nos invita a profundizar en una mirada intrapersonal, interpersonal y transpersonal de la condición humana y en un desarrollo más elaborado de nuestra capacidad de introspección, de comunicación / deliberación y de contemplación.
12.- Por una visión amplia y plural de la espiritualidad, que permita hacer presente las perspectivas filosófica / existencial, axiológica religiosa o culquier otra que respete la diferencia de cosmovisiones y el derecho a las mismas.
13.- Por una actitud clara de no huida de la necesidad de prevenir y tratar el sufrimiento evitable y de acompañar aquel sufrimiento que -fruto de la condición humana o de la amenazante presencia de la muerte- no pueda ser evitado.
14.- Por impulsar el compromiso de las Instituciones, Equipos y Profesionales en incorporar explícitamente el abordaje de la dimensión espiritual en el quehacer clínico con las personas al final de la vida y sus familiares.
15.- Por fomentar la formación de nuestros profesionales en evaluación y acompañamiento espiritual, lo que supone un replanteamiento de conocimientos, habilidades y actitudes y un afrontamiento del miedo -del paciente y del nuestro propio- para un mejor aprovechamiento del encuentro clínico, una de las puertas privilegiadas para acceder a la dimensión espiritual de aquel que sufre y del que le acompaña.
Palma de Mallorca, 13 de mayo de 2011.
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